Mañana, día 2 de abril, es el Día Internacional del Libro Infantil; en tal fecha porque se conmemora el nacimiento de un tal Hans Christian Andersen, patito feo según algunos, maravilloso cisne según otros, pero conocido por niños y mayores, tanto que a veces sus cuentos se consideran de nadie y a él se le atribuyen otros o ninguno en concreto.
Y es que a menudo las historias o las poesías o los personajes cobran vida propia y se escapan de sus dueños primeros, se van de la mano de los pequeños lectores, en sus sueños, y allí crecen, cambian, los ven crecer y cambiar a su vez.
Jacques Prévert tiene una preciosa canción para los niños que creo que se titula «L' Hiver (El invierno)». Cuando yo era pequeña, nosotros no cantábamos a Prévert, ni «L' Hiver», sino «Le bonhomme de neige (el muñeco de nieve)», que nos hacía reír y llorar a la vez, tan absurda era la historia de la canción:
Dans la nuit de l’hiver galope un grand homme blanc,
c’est un bonhomme de neige avec une pipe en bois,
un grand bonhomme de neige poursuivi par le froid,
un grand bonhomme de neige poursuivi par le froid.
Il arrive au village, il arrive au village.
Voyant de la lumière, le voilà rassuré.
Dans une petite maison, il entre sans frapper,
dans une petite maison, il entre sans frapper;
et pour se réchauffer, et pour se réchauffer,
s’assoit sur le poêle rouge et d’un coup... disparaît!,
ne laissant à sa place, au milieu d’une flaque d’eau,
ne laissant à sa place que sa pipe et son vieux chapeau...
(He aquí una versión de cómo percibíamos la historia, entre el miedo del principio amenazante, la risa que luego nos causaba un muñeco de nieve con frío, la pena del destino absurdo de la contradicción de ser lo que no se puede, materializada en una pipa y un viejo sombrero:
«En una noche de invierno un gran hombre blanco corre como alma que lleva el diablo: es... un muñeco de nieve con una pipa de madera, un gran muñeco de nieve perseguido por el frío.
Llega al pueblo y, viendo que hay luz, se calma. Entra sin llamar en una casita y, para calentarse, se sienta sobre la estufa ardiente: ¡puf, se esfumó! En un charco de agua, no queda de él más que su pipa y su viejo sombrero.»)
Año tras año llegaba el invierno; año tras año cantábamos, entre otras, la historia entre graciosa y triste del pobre muñeco, pero dejamos de cantarla mucho antes de saber que Prévert era el autor de tal canción. Y, en realidad, era nuestra, como tantas otras, como El patito feo con su genial venganza para un niño, o Los zapatos rojos y el miedo terrible y la curiosidad, mucho antes de que Andersen fuera su artífice.
Hace poco leímos a mis sobrinos e hijas —cuyas edades van de los cuatro a los catorce años— Ojobrusco de Darabuc, aprovechando que nos reuníamos todos, hasta los que viven en los EE. UU. Unos abrían la boca atentísimos; otros, antes de que terminásemos de narrar, ya estaban pidiendo ver el dibujo ( pero si se lo enseñábamos antes, durante y después) y comentaban la jugada... pero todos disfrutamos.
Bueno, pues atención con este y otros libros: son altamente peligrosos. Sí, de verdad. Los niños los hacen suyos, de golpe y porrazo, en cuanto ustedes se descuiden; hasta al autor se lo roban. Ratón y Ojobrusco pasan a entrar a su universo, donde ya estarán tantos más.
Cuando los niños llegan a adolescentes les pueden plantar actitudes como la de que quieren irse a vivir aventuras de mayores, en serio. No, no es que no vayan a estudiar, a negarse a hacer una carrera o lo que ustedes esperaban que hiciesen, no; es que después se van a largar, mochila al hombro, como Ratón, hartos del «día tras día [...]», y, no les pregunten, no, por más razones: «¡Aquello no [es] vida!».
Mi hija Marta se leyó el libro antes que nadie y me lo dio. «¿Qué tal?», le dije. Me respondió: «Me encanta». Pues es la mayor prueba de que libros como ese, incluso nanas que parecen inocuas, son peligrosísimos y sí trascienden a la vida real y cambian a la gente, o influyen mucho en ella.
Avisados quedan. Yo ya no puedo enmendar, a estas alturas, nada. Miren a ver qué hacen ustedes. Mañana es un día en que pueden optar por no llevar a sus hijos a las bibliotecas y no comprarles ningún libro; y, de paso, esconder los que haya por casa. Porque los encuentran, los leen, imaginan, viven de ellos, aprenden a soñar, y, cualquier día, además, maduran, les da por escribir, por leer libros que no conocemos, libros que conocemos y que no imaginábamos que leerían, o por volver a los libros infantiles —este es un síntoma grave de madurez extrema— y, mucho cuidado, por emprender el vuelo.
6 comentarios:
¡Qué pena que no me hubieses avisado antes! Yo ya tampoco me puedo enmendar...
Acabo de leer un libro muy interesante que pretende contestar dos preguntas bien curiosas ¿Para qué sirven los niños? ¿Para qué sirven los libros? Te lo recomiendo vivamente porque además de hablar de literatura y niños (ya volvemos a caer en otra celebración de "Día de...") contiene unos cuentos buenísimos.
Leer con niños.
Santiago Alba Rico.
Editorial Caballo de Troya.
Sergio, lamento que no puedas enmendarte; si te consuela, seremos algunos, muchos. Muchas gracias por la recomendación del libro de Santiago Alba Rico que me apunto.
Un beso.
Es curioso porque nuestros posts tienen elementos en común. La fascinación que crea la lectura en los niños puede marcarles y hacer de ellos aventureros en el amplio sentido de la palabra. Cabe también la aventura interior, el explorar mundos del espíritu desconocidos. No dejamos de ser nostros mismos nuestro mayor campo de aprendizaje. Desconocía que hoy era el día del libro infantil. Hoy, como todos los días le leeré a mi hija pequeña un par de capítulos que disfrutaremos los dos al anochecer. Un abrazo.
Hola Ana. se que lo del Explorer es una pesadilla para muchos de vosotros; cuando tenga algo más de tiempo intentaré usar mozilla, a ver si configurar el blog.
Corregido u apellido, perdón por el despiste.
Un beso. Ana
Ana, mi anterior post fue sobre La espuma de los días. Apenas pude encontrar a quien lo hubiera leído. Tu punto de vista hubiera enriquecido notablemente la discusión entre los detractores o desconocedores y los que lo habíamos leído. Un cordial saludo. Gracias por tu comentario tan cuidado y a la vez espontáneo.
Sí, Joselu, leí la entrada de La espuma de los días después de la otra :-); de ahí mi comentario añadido (dudé si ponerlo en la anterior).
Fenomenales tus últimas posts.
Gracias por pasarte. Un beso.
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