En todas partes hay entrañables librerías con libreros maravillosos —y esperemos que sigan ahí, a pesar de los pesares, a pesar de los soportes nuevos o viejos, a pesar de los muchos, los pocos, los demasiados libros y a pesar de los pocos lectores (¿de verdad son tan pocos?)—. Hay libreros que te dejan recorrer la librería entera con paciencia, con más paciencia que Job, y que siguen a lo suyo, tranquilos, aun cuando tú estás abriendo un libro tras otro y tu hijo, mientras, te imita a su manera —en esos casos es conveniente y hasta recomendable practicar el juego juntos y cuidar así de que los libros no sufran en las manitas infantiles o no acaben colocados de formas extrañas e impensables que hacen que, por ejemplo, las páginas se doblen al colarse dentro otro libro en el hueco en el que, tenaz como solo lo es un niño, ha conseguido muy orgulloso meterlo a fuerza bruta el peque—. El librero, además, sonríe y te responde «Adiós, gracias» —a veces me pregunto si su subconsciente quiere decir «A Dios gracias (que se van al fin)», ja, ja, es broma— cuando te despides sin llevarte nada. Y es que entiende que, aunque no compréis ese día, que tu niño vaya a la librería es tan bueno como que te acompañe al mercado: se acostumbra, y el roce hace el cariño, y la costumbre y lo conocido quita el miedo.
En Madrid, entre muchas otras librerías extraordinarias con libreros extraordinarios —atención, que algunos son muy simpáticos, otros son muy serios, otros son charlatanes, otros más bien secos... hay personalidades para todos los gustos, pero todos coinciden en que les gustan los libros, saben de libros y te aconsejan estupendamente si se lo pides—, y entre otras muchas librerías extraordinarias especializadas en literatura infantil y juvenil, donde los libreros, además, son unos amantes de los buenos libros destinados a niños y jóvenes hasta noventa y nueve años o más, hay una librería donde vive un dragón: Leo.
Leo nos ha escrito para decirnos que se muda. No se va de Madrid, pero se cambia de casa. Como él lo cuenta muy bien con sus propias palabras, aquí les dejo la carta que nos envió.
Dragonia, 20 de enero de 2009
Queridos amigos y amigas de Dragonia:
Hace aproximadamente un mes me enteré de que tenía que dejar mi casa actual, la de Españoleto, la casa en la que desde hace ya cinco años he ido dejando mis libros favoritos para que los pudierais disfrutar.
Al principio no lo entendí, pero... pero no había nada que entender, solo tenía que salir de allí. Me colé bajo la puerta como he hecho tantas veces, de noche, para que nadie me viera, y recorrí con la vista los rincones que hemos disfrutado. Recordé de pronto las paredes vacías al principio de todo; recordé, también, la llegada de los primeros libros; vuestras primeras visitas, ¡qué alegría trajisteis!. No lo pude remediar, sentí que dos lágrimas, dos grandes lágrimas (recordad, soy un dragón) resbalaban por mis mejillas.
Inmediatamente sentí la necesidad de salir a buscar un nuevo hogar, tenía que seguir con mi misión, ya sabéis, descubrir y acercaos los libros más bonitos. Un dragón siempre cumple su misión.
Comencé a recorrer volando las calles buscando una casa vacía que me pudiera acoger, mi luz azul iluminaba fuertemente mi paso las calles de Madrid. Encontré una casa muy grande, en una calle muy grande, los coches sonaban fuertemente y sentí que no quería que estuvieseis tan cerca de ellos; inmediatamente encontré otra, pero tenía escaleras por todos lados, tampoco os imaginaba subiendo y bajando ¡qué miedo!; seguí en mi búsqueda y volé y volé y sentí que estaba muy lejos de donde había estado viviendo hasta ahora, y eso tampoco lo quería, deseaba estar cerca de todos los amigos y amigas que tengo en el barrio; así que di la vuelta y sobrevolé de nuevo Chamberí ¡qué bonito es!; entonces apareció una casa vacía justo delante de mí pero... tenia el escaparate muy alto, no llegaríais a ver los libros desde la calle.
Mi luz se fue debilitando, estaba cansado y entonces aparecieron ellos, mis amigos los dragones: el plateado, el colorado, el dorado y el verde. En cuanto supieron lo que me pasaba, se pusieron a ayudarme en esa búsqueda y me transmitieron su fuerza y energía. Nos separamos por distintas calles y sentí que mi luz se hacía más y más fuerte. Las calles se iluminaron con nuestros colores. El plateado transformó con su luz el paisaje como si la luna llena hubiera aparecido; el colorado, tiñó de rojo las fachadas; el dorado trajo devolvió la luz del atardecer en plena noche; y el verde cambió el asfalto por fresca hierba. Buscamos, buscamos,...
Entré en una pequeña y tranquila calle y pasé rápido, pero justo cuando salía de ella a una más grande en la que desembocaba, recordé una imagen que había visto al pasar: dos columnas de hierro como la que tenía en Españoleto. Rápidamente di la vuelta en la ancha avenida y retrocedí para entrar de nuevo en ella y entonces me encontré allí, frente a aquella casa vacía. Estaba al lado de la anterior y, además de las columnas de hierro, tenía un gran escaparate que llegaba hasta el suelo. Pero no solo fue eso, al explorarla por dentro me di cuenta de que era más grande y os imaginé más cómodos y, de pronto, la vi: una cueva, mi cueva. Cuánto había echado de menos una cueva para refugiarme a leer. Ya no había duda, ese iba a ser mi nuevo hogar. Con todas mis fuerzas solté hacia el cielo una gran llamarada que vieron mis amigos y juntos celebramos con alegría el descubrimiento. Fue una noche fantástica, saltamos, volamos, hicimos piruetas, lanzamos llamaradas ¡estábamos felices! Según he oído, los bomberos salieron alguna vez pensando que había fuego, pero no lo encontraron por ningún lado; y también un servicio especial, no sé cómo le llaman, creían que los extraterrestres estaban invadiendo Madrid. Éramos nosotros, nuestra alegría, nuestra energía, nuestra fuerza que llegaron a todos los rincones de la ciudad.
Ahora, ya veis, lejos de estar triste estoy muy contento. Tengo nuevas ilusiones y sé que voy a seguir muchos, muchos años con mi misión.
Amigas y amigos, os espero desde la semana del 26 de enero en mi nuevo hogar, estoy impaciente porque lo veáis, os va a gustar muchísimo. He preparado ya muchos libros maravillosos para que sigáis disfrutando con ellos y los conoceremos con un montón de actividades para celebrar nuestra llegada a la calle Sagunto 20 : allí está mi cueva, La Cueva de Leo.
Contádselo a vuestros amigos, os esperamos a todos.
Besitos dragonianos de
Leo,El Dragón Lector
4 comentarios:
Estuve visitando tu blog y me ha encantado. Es muy interesante y comparto muchas de tus opiniones y gustos. Creo que estaré seguido por aquí...
Gracias por pasar, kareche. Ya he visitado tu blog: creo que sí que compartimos gustos y opiniones, así que a mí me verás por Leer x leer :-)
Un beso.
Se me pasó por alto este artículo cuando entré de visita en tu página, y termino de leerlo. Me ha gustado muchísimo y espero que un día podamos escaparnos de visita a la cueva de Leo.
Un besote
Ana, me ha encantado tus comentarios y la carta de Leo. Yo que no tengo especial predilección por los niños, los he visto mirando el escaparate de la cueva. Me han dado ganas de acercarme e ir a leer ¡un día vamos juntas!
bss
Sonia
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