El precioso logo de la cabecera lo hizo Chicho, mi hermano pequeño, desde los Estados Unidos, y me lo envió. En este sitio se pueden ver varios álbumes de creaciones suyas. A mí me encantan. Este es el sitio oficial The Art of Chicho Lorenzo: más dedicado a cuadros.

viernes, 29 de agosto de 2008

El difunto Matías Pascal (Lecturas veraniegas I)


Estamos en el paraíso mi familia y yo, entre montañas altas culminadas en picos que tienen todos los verdes posibles, en un valle por donde varios ríos se tuercen y se encuentran y se separan y vuelven a cruzarse o se hacen uno solo.

Tengo un libro en mis manos, así que mi hija mayor se acerca, ávida, y se agacha para poder ver de cuál se trata: «Luigi Pirandello, El difunto Matías Pascal, Traducción de Julio García, Nórdica Libros», puede leer en la cubierta. Me mira como preguntándome. Yo espero a que se siente y, en voz alta, leo:

I PRIMERA PREMISA
Una de las pocas cosas, es más, tal vez la única que yo sabía con certeza era esta: que me llamaba Matías Pascal. Y me aprovechaba de ello. De vez en cuando, alguno de mis amigos o conocidos demostraba haber perdido el juicio hasta el punto de venir a verme para pedirme algún consejo o sugerencia; yo me encogía de hombros, entornaba los ojos y respondía:

—Yo me llamo Matías Pascal.

—Gracias, amigo mío. Ya lo sabía.

—¿Y te parece poco?
Realmente tampoco a mí me parecía mucho, pero entonces ignoraba qué quería decir no saber ni siquiera esto, es decir, no poder contestar cuando hacía falta.
—Yo me llamo Matías Pascal. (p. 9)

Paro un poco y nos miramos; veo que le brillan los ojos y ya sé lo que vendrá a continuación: «¿Me lo dejas cuando lo termines?» «Pues claro», le digo, «¿Quieres oír un trozo más con el mismo humor?» Y se queda atenta y callada. Y yo le leo la «SEGUNDA PREMISA (FILOSÓFICA) A MODO DE JUSTIFICACIÓN» (pp. 13-17). Las dos nos hemos reído y hemos disfrutado y días después, cuando Marta me pregunta qué tal estaba el libro, y por qué apostillaba filosófica, le digo que realmente en ese diálogo estupendo entre Pellegrinotto y Matías Pascal, en la unión absurda de dos libros tan dispares como el tratado licencioso y la biografía del beato, en eso casi se resume la filosofía del libro: el absurdo, el hombre, la vida, la narración de todo ello; sí, muy importante, la narración, el arte, el arte dando la palabra al absurdo de la vida. No en vano a partir de las reediciones tras la publicación de un artículo de Pirandello en 1921, este se incorporó al libro, al final: «Advertencia sobre los escrúpulos de la fantasía» (pp. 319-328).

Todos conocemos las consecuencias de las innovaciones de Pirandello en la literatura, todos sabemos que la introspección psicológica en los personajes cambia la narración costumbrista y la dota de alas para ir más allá, para ir dentro del hombre y relacionar los hechos con su conciencia, pero El difunto Matías Pascal es, aparte de un tratado de filosofía y de una poética, una reivindicación de que la carencia de leyes lógicas de la vida puede y debe expresarse en la literatura, de que la fantasía (o la ficción, diríamos ahora) se ve siempre superada por la realidad, con la consecuencia que para Pirandello tiene: no hay que hilar los hilos del tapiz del arte para que este sea equilibrado, sino caótico; todo lo admite. Aquí Nórdica ha tenido un gran acierto al introducir una ilustración al principio del libro: À la Mie [fragmento], Toulouse Lautrec (1891, Boston, Museum of Fine Arts). Esta ilustración hace algo parecido a lo que Pirandello hace con su artículo «Advertencia sobre los escrúpulos de la fantasía»: nos da la idea de que Tino Lenzi, el enano con el que el difunto Matías Pascal, convertido ya en Adriano Meis, está trabando amistad, no está tan lejos de la verdad como Adriano cree.

La historia en sí es la vida de Matías Pascal desde su nacimiento. Tras la muerte del padre, que deja a la familia (a Matías, su hermano y su madre) en manos del administrador, Malagna, la falta de escrúpulos de este y la poca preocupación de los tres herederos, pasan de ser los ricos a verse despojados de casi todo. Matías, además, se ve abocado a una boda impuesta por Malagna y pronto se encuentra viviendo en casa de su suegra, una bruja, con una mujer que le hace también la vida imposible. Consigue el trabajo de bibliotecario en una biblioteca a la que no entra nadie, la única del pueblo. Solo el nacimiento de sus hijas le dará algo de felicidad. La primera muere a los pocos días de nacer, toda la ternura se vuelve entonces a la que queda hasta que muere antes de haber cumplido un año, el mismo día en que muere la madre de Matías.

Esa noche un molinero le coge asomado a la presa de la Stía, una de las pocas posesiones aún de la familia, y consigue calmarle.

Quinientas liras enviadas por su hermano y un viaje a Montecarlo, unas apuestas en el casino y Matías es rico sin saber ni cómo. En el tren de vuelta, lee un periódico y, de pronto, ve la noticia de su suicidio. Sin saber muy bien qué hacer, baja del tren: en ese momento cambia su vida. Aunque de primeras pensaba poner un telegrama, por fin decide dejar muerto a Matías Pascal y empezar a vivir de cero: le cuesta encontrar su nuevo nombre, Adriano Meis.

Entonces comienza la libertad, la vida, o eso cree él.

Lo genial de El difunto Matías Pascal es el tono de humor que mantiene a lo largo de todo el libro, incluso en las partes más trágicas; como la vida misma, la tragedia clásica no tiene cabida (si el cielo de papel se rasga en la representación, Orestes pasa a ser Hamlet, nos dice un personaje, la tragedia clásica se vuelve tragedia moderna [pp. 185-186]). Nada es completamente puro, trágico o cómico: la tragicomedia de la vida, el absurdo de lo cotidiano, la fantasía de lo real... todo ello constituye una amalgama que ni la soledad de Adriano Meis, ni la corrección del ojo torcido van a poder evitar.

Pirandello fue un genio, sí, y además nos dejó un divertido trágico sentimiento de la vida y el arte. No se lo pierdan.

El difunto Matías Pascal (Lecturas veraniegas I)SocialTwist Tell-a-Friend

2 comentarios:

Joselu dijo...

Tu crítica y comentario del libro me han despertado unos enormes deseos de leer este libro tragicómico en que vida y literatura se amalgaman, como suele suceder si uno sabe mirar con cierta sensibilidad. ¡Qué bien que atraigas a tu hija con tus lecturas! Espero que algún día pase lo mismo con mis hijas, a las que veo reticentes hacia la lectura para mi gran desolación. Pero hay que dar tiempo al tiempo. Ya veremos. Gracias por tu generoso comentario. Te enlazo. Un abrazo.

Joselu dijo...

Nadie fomentó mi pasión por la lectura. Fue una iniciativa mía y que he mantenido a lo largo de los años contra viento y marea. Mis hijas, cada una en su estilo, tienen una lejana relación con los libros. La pequeña decodifica muy lentamente lo que lee y le cuesta mucho acabar un libro. En seguida se distrae. La mayor sólo lee lo que le recomiendan en la escuela y es obligatorio. Tomo nota de lo que me sugieres sobre no enfrentar nunca otras formas de ocio con la lectura. Pero ¿qué pasa cuando las otras formas de ocio es ver la televisión en sus programas más banales? Sé que el verbo leer no admite el imperativo. No se puede hacer a nadie lector. Se hace uno mismo. Quiero darle tiempo al tiempo como decía y que sea la curiosidad la que les llame, pero eso no evita que ahora tenga una cierta preocupación por su inapetencia lectora. No sé. Un abrazo y gracias por tu presencia y tu hermoso comentario.

 
Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Free counter and web stats